La impresora en 3D es una tecnología que recrea de forma tangible en 3 dimensiones un objeto que previamente ha sido diseñado con un software concreto. Parece que su llegada va a suponer una gran revolución, no sólo a nivel industrial, sino también en áreas como los tratamientos médicos y la biología. Esta futurista tecnología, todavía no muy bien comprendida, puede alcanzar resultados sorprendentes, aunque no se debe olvidar que toda tecnología tiene sus limitaciones.
Por sus especiales características, la impresión en 3D entraña una serie de interrogantes en el ámbito jurídico y un panorama legal realmente innovador, en relación con la protección de los derechos de propiedad intelectual de los creadores de diseños en 3D.
Por lo pronto, la empresa Microsoft ha desarrollado una patente que protegería a los diseñadores y sus diseños. Los creadores que lo deseasen podrían insertar un código en su diseño 3D que la impresora detectaría como “diseño protegido”. Sería así posible comprobar si el usuario ha obtenido el diseño legalmente, y siendo así, determinar cuántas copias autorizadas del objeto podría realizar.
Asimismo, la impresión en 3D puede conllevar la revalorización de la marca tridimensional, que protege las formas tridimensionales como envoltorios, envases y cualquier objeto que pueda representarse gráficamente y sirva para distinguir en el mercado los productos de una empresa de los productos de otra. Por el momento, son un tipo de marca menos común que las llamadas marcas tradicionales - marcas gráficas, denominativas y mixtas - pero todo apunta a un cambio en este sentido.
No obstante, aun siendo la impresión en 3D revolucionaria, no representa todavía una alternativa a la fabricación clásica, siendo esta hoy por hoy, preponderante.
Escrito por Rocío Sirvent
Imagen: Tiia Monto bajo licencia creative commons BY-SA 3.0
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